jueves, 24 de marzo de 2011

CINE - El predio, de Jonathan Perel: Mirar la muerte y la resurrección

Cuando se cumplen 35 años del golpe de Estado más aterrador del que se tenga memoria en la Argentina, memoria es justamente la palabra clave. El estreno de la película El predio, de Jonathan Perel, es sin dudas uno de los puntos más altos en la lista de los actos con los que se conmemora hoy aquella fecha. Prescindiendo de todo relato que no sea el que narran directamente las imágenes que la componen, El predio intenta ser un recorrido por lo que hoy es el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, pero que hasta hace pocos años fue la Escuela de Mecánica de la Armada, la ESMA. Pero un recorrido sin juicio, sin subrayados que fuercen las emociones del público, donde una sucesión de planos fijos asépticos, pero no inocentes, obligan al espectador a rellenar con su propia historia los agujeros de la memoria.
Un travelling largo y fraccionado, desanda los caminos interiores de ese predio amplio y manso, generoso en árboles añosos, donde el canto de los pájaros y el sonido del viento colándose entre las ramas es lo único que se escucha. Ni siquiera el ruido de algunos motores lejanos parece suficiente evidencia de vida: al fin y al cabo son sólo eso, máquinas. Perel –que nació en 1976– elige escapar de la figura humana y así el lugar aparece como lo que es: un muerto, el cadáver de una barraca militar. ¿Qué hay en esas paredes psoriásicas en primer plano, a las que ni el revoque les queda? ¿Qué pasó en esas habitaciones hoy vacías y entre sombras? ¿Qué sonidos recorrieron esos pasillos abandonados, donde ahora sí resuena algún eco de un silencio gordo? ¿Hubo risas, hubo sueños, hubo dolor? La cámara de Perel no da respuestas. La cámara de Perel induce a pensar que tal vez no las haya. La cámara de Perel sugiere que cada uno deberá encontrar las suyas.
Como en un relato místico (o mítico), El predio también es la historia de una resurrección. En esas mismas salas donde alguna vez se planificó la muerte, hoy se reúnen muchos a vivir la música, el cine, la palabra; la experiencia comunitaria de dar y recibir solamente por el gusto de compartir una película, una pared ilustrada a mano, una huerta de papas. La duplicidad, los viejos Ying y Yang volviendo a cobrar sentido en un edificio que, siendo el más gráfico de los símbolos de un horror pasado, renace en espacio de no olvido, en un presente siempre continuo. El predio se proyecta todos los jueves, viernes y domingos a las 22 y los sábados a las 20, en la sala Cosmos del C. C. Rojas, Av. Corrientes 2046, hasta el 6 de abril, retomando a partir del 21 de abril y hasta el 1 de mayo, de jueves a domingos a las 22.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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