sábado, 9 de octubre de 2010

ENTREVISTA - Camilo Guevara, hijo de Ernesto "Che" Guevara: En el nombre del padre

En una habitación fría y de decoración impersonal, dentro de un edificio en Puerto Madero, Camilo Guevara no parece estar muy cómodo. Sentado primero frente a una cámara y luego otra, ante preguntas que son siempre las mismas, el hijo mayor de Ernesto Guevara, el Che, soporta más que responde. No sólo parece aburrido sino a disgusto en el papel de figura. Su negativa a realizar fotos posadas, lejos de volverlo antipático, confirman que el tipo al que muchos querrán ver como a un semi dios (fruto del amor entre una divinidad y una mortal), es apenas un hombre. Tan humano como el retrato que el director Tristán Bauer consiguió hacer de su padre en el documental Ché, un hombre nuevo.
De paso por Buenos Aires para apoyar el estreno de esa película, a Camilo Guevara tampoco le gustan las entrevistas telefónicas: se siente como ciego si no hay un rostro al que responderle las preguntas. Aun así no pierde el humor y hasta se permite intercambiar bromas con algunos de los periodistas y camarógrafos que esperan su turno para la charla. Grandote y macizo, en la nariz, en los ojos, en algunos de los gestos que Camilo despliega al hablar se puede reconocer, aunque con algunos kilos y unos años más, un aire de familia con las imágenes y registros más conocidos de su padre, el hombre que marcó y definió el espíritu de una época. Y no es lo único que padre e hijo tienen en común. “Yo comparto su visión del mundo, de la vida. Pero imagina que ya soy mayor que él: mi padre murió con 39 años y yo tengo 48. Tengo mi propia experiencia de vida, tengo mis propios hijos. Puedo entenderlo”, dice Camilo. “También es cierto que él vivió en otro momento y puede que haya toda una serie de posturas, de conductas o de formas de pensar que están ligadas a ese tiempo.”

-Una visión del mundo propia que no es trasladable.
-No tanto del mundo, sino de algo más concreto. La Cuba del '60 no es la misma de los años 2000 y hay toda una serie de cosas que a lo mejor él las ha visto de una forma y que ahora se ven de otra. Pero no me refiero a las cosas más esenciales, porque lo bueno siempre va a ser bueno: que tú tengas una actitud noble en relación a otras personas, eso va ser eterno. En esas cosas yo sigo y seguiré pensando como mi padre. Son las cosas que él quiso siempre: cambiar el mundo, que sabemos que sigue siendo injusto. Y te diría que más que nunca. Puede haber muchas cosas que a lo mejor antes no se sabían. Sí, seguro. Se tenía claro que el capitalismo era inmoral e injusto, que había que luchar para evitar la explotación de los pueblos. Pero ahora ya no es sólo eso, porque no sólo es inmoral, injusto, económicamente inviable -a pesar de que aparentemente lo es- sino que está destruyendo al mundo, y realmente estamos en peligro. Esas cosas esenciales, las que él consideró su causa y que lo transformaron tanto, son las que uno hace propias.
-La muerte de tu padre es uno de los hechos que marcan el final de una época, a fines de los años '60, y aquellos valores que se defendían también entraron en crisis. Tuvieron que pasar casi 40 años para que esos ideales volvieran a ser mirados seriamente. Mientras tanto Cuba se ha mantenido firme en sus convicciones y en su política.
-Estamos ante un momento histórico interesante en América Latina. Pero Cuba también ha cambiado, porque el mundo ha cambiado. Desapareció la Unión Soviética y todo el campo socialista, del cual éramos parte. Ese campo socialista era responsable del 40% de la producción mundial y más del 80% de nuestro comercio correspondía a relaciones dentro de ese campo. Lo que no ha cambiado en Cuba -y espero que no cambie- es que hemos mantenido nuestro proyecto de nación, marcando una serie de parámetros que son esenciales: el acto humano, que Cuba siempre ha practicado. Hacen falta médicos en tal país, entonces Cuba, que es un país pobre, lleva sus médicos; hace falta azúcar, entonces Cuba, que es pobre y a veces no puede cumplir con su propia cuota interna, va y entrega azúcar; ¿hace falta sangre? ahí está Cuba. Ese es nuestro proyecto para el mundo. Pero vivimos en un país acosado, agredido con mil formas de condena, desde el terrorismo, la propaganda y la guerra mediática, hasta cosas que a veces parecen ingenuas, pero lamentablemente no lo son. Contra todas estas cosas, Cuba, haciendo esfuerzos que yo creo son encomiables y que de alguna forma dejan una huella en el mundo, da un ejemplo. Y bueno, si aquí se cometió un error o si aquí se ha hecho mal, eso también será parte de la historia. Pero lo importante son las cosas positivas que hacen los pueblos, en cualquier parte y bajo cualquier signo político.
-Una de las cosas que más se le critica a Cuba desde los países centrales, es la falta de libertad para sus ciudadanos.
-Si eso fuera así en Cuba no podría haber habido revolución, porque la revolución es un acto masivo y popular, y si el pueblo no está de acuerdo con determinados actos, acciones o medidas que, como dicen, empobrecen esa libertad, entonces ese pueblo estaría en contra de esa revolución. Y a 90 millas de Estados Unidos, ¿cómo podría sobrevivir? ¡Ah! ¿Que Cuba se defiende? Sí, Cuba se defiende, obviamente. ¡Ah! ¿Que no siempre lo hace con la forma idónea? También es posible: somos humanos al fin y al cabo, y también cometemos errores. Somos un pueblo que no permitimos abusos, sino todavía tendríamos a Batista en el poder. Y el ejército rebelde no hubiera podido triunfar, siendo ínfimos en número y en recursos al lado de Batista, que además estaba respaldado por los Estados Unidos. ¿Cómo es que pudo triunfar esa revolución sin el apoyo del pueblo? Imposible, tan simple como eso. Nosotros no somos los que mejor hacemos las cosas en el mundo. No. Pero intentamos hacerlas lo mejor posible y en ese camino podemos cometer errores. Porque se han cometido y se van a seguir cometiendo: el camino hacia el conocimiento está plagado de errores.
-Como muchas otras cosas, la figura de tu padre durante los años 70 fue arrancada. Los 80 fueron años de cambio y ya en los 90, durante el auge neoliberal se intenta absorber el símbolo del Che, convirtiéndolo un producto.
-Trataron de separar la historia de la imagen, que los jóvenes no fueran capaces de identificarlo con el hombre, con la imagen que muestra este documental de Tristán Bauer. Pero los mitos juegan una función importante en la cultura y de alguna forma, si la verdad histórica consigue imponerse, entonces tienen en la mano un arma de doble filo. Y ese mito que quisiste frío se convierte en el mito subversivo que es, en el mejor sentido de la palabra. Ese que quería el cambio, ese que es un hombre y un símbolo de resistencia, de independencia, de liberación, de lucha contra lo mal hecho, venga de donde venga. De coherencia, porque es un hombre que decía lo que pensaba y actuaba así. Por lo tanto creo que ese intento de aligerar el mito del Che, más tarde o más temprano, va a fracasar. No pueden lograr eso: no lo van a lograr. Si tú compras una camiseta con la imagen del Che puede ser que, aún cuando no lo conozcas en este momento, te preguntes: ¿quién es? y un día te encuentres con un documental como este, o con los libros del Che.
-Justamente el documental se apoya mucho en el contenido de diarios, cuadernos de notas, grabaciones y papeles privados de tu padre, que también es lo que a ustedes les quedó de él. ¿Cómo fue crecer con ese material cerca?
-Fui tomando contacto con eso poco a poco. En la medida que uno va creciendo, va desarrollando su propio interés. Y vas descubriendo cosas. Tal vez tú a tu padre, aunque lo tengas al lado, no le conoces toda una serie de cosas y es posible que él se muera y nunca las sepas. Yo tuve la posibilidad de encontrar todo eso en sus diarios, donde aparece toda clase de información que en otras circunstancias un padre posiblemente nunca le de a sus hijos. Y pude entender a esa persona desde lo más íntimo. El Che era un hombre profundamente amante de su familia, lo que lo hace todavía más grande. Porque tomar una decisión tan dura, como la de continuar esa lucha para que el mundo en el cual vivirán tus hijos sea todavía mejor, sin dudas ha sido un sacrificio. Y además teniendo en cuenta no sólo a tus hijos, sino a los hijos de todo el mundo y de las generaciones que vienen. Es en cosas como esas en las que uno aprende a ver y a respetar más a la persona, a ese hombre que era tan especial.
-El título de la película habla del Che como de un hombre nuevo. Pero también podríamos hablar de un hombre bueno.
-Es que el bueno también puede ser una categoría. Es decir, el bueno que necesitamos, no el bueno que baja la cabeza, que se deja aplastar y explotar. No: ese no tiene por qué ser el bueno. El bueno es la persona que es sensible ante los problemas de otros, el que no permite la injusticia. El que es capaz incluso de combatirla. El bueno es aquel que se da cuenta que hay que hacer cosas para que el mundo sea diferente y viva en armonía, porque eso es lo que hace falta en el mundo: armonía. Se nos está llevando hacia un camino que nadie puede asegurar que sea reversible. Esperemos que el sentido común prevalezca en nuestra especie y seamos capaces de intentar un proyecto diferente al que ya existe. Que a lo mejor será diez veces mejor que el que conocemos en Cuba y yo creo que va a hacer, tiene que ser diez veces mejor. Un millón de veces mejor, para que el ser humano finalmente sea el centro, lo más importante, con todo lo que eso significa. Porque el ser humano no es un individuo sólo que camina en el aire: viven en la naturaleza, en un entorno, con otros seres vivos. De eso se trata.

En el nombre del hijo

-Mientras te escuchaba en otras entrevistas, me llamó la atención que en ningún momento dijiste papá. Siempre hablaste de tu padre como de “El Che”.
-Tal vez es la costumbre de hablar sólo en la intimidad, con mis amigos o con mi familia, del Che como papá. Y como tengo la costumbre de decirle Che, a veces incluso lo llamo así; pero claro que siento que es mi padre.
-Da la impresión de que a veces ser hijo de alguien que ha conseguido convertirse en una figura de una importancia tan grande, es un orgullo pero también muchas veces puede ser un problema.
-Es un problema a veces; pudo haber sido algún problema mientras era más niño quizás. Pero superable: tampoco fue traumático ni mucho menos. Es posible que haya habido gente en algún momento quiso que tú actuaras y fueras o estuvieras a la altura de un hombre hecho y derecho. Un hombre que también fue niño pero al que ellos no conocieron como niño. Y querían que tú fueras como un Che o algo así.
-Ya desde niño.
-Sí. Y eso habla de la torpeza de esos individuos.
-¿Ha sido complejo crecer en Cuba, donde tu padre es un prócer?
-Para nada. En Cuba la gente... para empezar estas en el Caribe (risas) y eso ya tiene sus características. La gente allá es muy afectuosa, hospitalaria y tienen al Che como una persona importante en sus vidas. Los que por una u otra razón incluso atesoran recuerdos con él, te lo hacen sentir siempre de forma muy cálida. Puede ser que tú en un momento determinado te puedas sentir un poco incómodo, pero entiendes que es un sentimiento puro el que esa gente te está expresando y por supuesto es reconfortante.
Mario Sábato, el hijo de Ernesto, ha dicho que a veces ha sentido que algunas personas han querido cobrarse con él algunas cosas que no podían cobrarse con su padre.
-La verdad no siento que me haya pasado. O no me he enterado. Entiendo que hay gente que pudo decirme “¡Pero cómo tú haces esto o aquello!” y tú, que apenas tienes diez años, o cinco o siete años, piensas “¿qué quieren que haga? ¡Tengo que hacer cosas de un niño!; si no lo hago ahora ¿cuándo lo voy a hacer?” Habló de las cosas propias de esa edad: tienes que jugar, tienes que meter la pata, tiene que aprender también. Es parte de la vida. Y uno aprende, adquiere cierta experiencia y entiende que eso es la vida. Para mi suerte, mi padre -que no pudo estar físicamente en mi crianza- fue una persona que marcó un tiempo y, a su manera, siempre estuvo presente de alguna forma.


Artículo publicado originalmente en el diario Tiempo Argentino.

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