martes, 6 de julio de 2010

LIBROS - El cojo y el loco, de Jaime Bayly: Caprichos de estrella de televisión


Cuenta la leyenda que Jaime Bayly gano fama como conductor de televisión, oficio en el que se destacó a partir de su personaje de ambiguo entrevistador y de intentar módicas polémicas. Dice esa leyenda que todo ocurrió en los 90, aquella década habitada por los Menem, los Collor de Mello, los Fujimori, por no hablar del abyecto Abdalá Bucaram, todos hijos de una misma estirpe. Se cuenta que cuando el conductor de televisión quiso dedicarse a escribir, fue el propio Mario Vargas Llosa quien lo apadrinó para que pudiera cumplir aquel deseo. Quince años y doce libros después llega El cojo y el loco, nueva novela facturada por Jaime Bayly, el conductor de televisión, y todo intento de leyenda se desmorona ante el módico producto de la lectura.
Durante el Congreso de la Lengua 2004, en Rosario, Roberto Fontanarrosa dio un discurso en defensa de las malas palabras. En él, sin saberlo, el rosarino develaba el truco de El cojo y el loco: “Tal vez [las malas palabras] sean como los villanos de las viejas películas…, que en un principio eran buenos, pero que al final la sociedad los hizo malos”. Ese es todo el secreto detrás de los protagonistas de la novela de Bayly. Su estrategia es sencilla: crear dos personajes de alta alcurnia limeña, causarle a ambos durante la infancia algún daño que provoque el desprecio de sus familias, hasta convertirlos en bombas de tiempo, en marginales dentro de su propia clase -dos niños ricos que tienen tristeza-, para luego, como autor, abusar también de ellos. Recursos literarios que pueden resultar válidos si quien los escoge tiene la habilidad de esconder entre la narración los hilos que mueven ese andamiaje de miserias premeditadas. Caso contrario (caso puntual aquí) el relato se convierte en una evidente ingeniería de la vejación y un burdo intento de manipular al lector con un lenguaje pseudo marginal, desbordado de inocentes malas palabras. ¿Será que después de aquel discurso de Fontanarrosa todavía hay quien crea que puede escandalizar por la mera acumulación de vulgaridades?
Quedan todavía esos agradecimientos que el autor despliega como un pedigree al final de la novela, con los que cierra el círculo sobre los 90, encadenando los nombres de Shakira, Antonio y Aíto, apenas separados por un punto seguido de Joaquín Sabina. Vaya a saber si se alegrará el español de compartir el honor con esos amigos ajenos.


(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura del diario Perfil)

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