viernes, 27 de marzo de 2009

ENTREVISTA - Lucrecia Martel: Convivir con lo siniestro

Tantas entrevistas ha dado Lucrecia Martel para apoyar el estreno de La mujer sin cabeza , su nueva película, que ya todo lector atento debería conocer la decoración excéntrica de su departamento (que incluye un antiguo sillón de odontólogo con instrumental, máquinas de escribir antiguas y muchas latas de película) y sus ritos para recibir a la prensa y soportar pregunta tras pregunta, algunas de ellas repetidas muchas veces: todos quieren saber, por ejemplo, qué se siente ser silbada en el Festival de Cannes, privilegio que comparte con varios ganadores de la famosa Palma. Por eso no sorprende que, sábado a la mañana, el encuentro se demore una hora porque Lucrecia se quedó dormida: ésta es la última entrevista que dará en Buenos Aires, en vísperas de su viaje a Venecia para integrar el jurado de La Mostra y sentarse a la diestra de Wim Wenders, presidente modelo 2008 de ese festival de cine. La única nota después de las primeras proyecciones de La mujer sin cabeza . La amabilidad para recibir al visitante y la pasión con que enhebra cada respuesta, le dan valor a la demora.

Parece increíble que esta mujer delgada de calma elocuencia, siempre protegida por anteojos como ventanas cerradas, sea la misma que ha imaginado el monstruo de sombras que se esconde en los ambientes enrarecidos de La ciénaga y La niña santa (películas paradigmáticas de la dicotomía crítica-gusto popular); la que acaba de sumar un tercer eslabón inquietante a su filmografía, que con oblicuas intenciones obliga al juego de descubrir si es la mujer la que perdió la cabeza, o si es la cabeza la que se tragó a la mujer.

Mientras se lleva vasos sucios y vacía ceniceros, restos arqueológicos de una noche con amigos, Martel se preocupa porque en algunas de las salas donde se exhibe su tercer largometraje, el balance del audio no es el adecuado para que la banda sonora provoque en el espectador los efectos calculados. "Nos tomamos mucho trabajo con el sonido de esta película como para que el que paga la entrada se vaya con una versión incompleta. Lástima que vos la viste en la sala chiquita". Tiene razón. En el filme, María Onetto interpreta a una mujer salteña de clase alta, que atropella algo en una ruta (un plano lejano muestra a un perro muerto, pero ella siente que mató a un chico). Ese episodio modifica su percepción de la realidad y, paulatinamente, lo cotidiano se enrarece, se vuelve extraño.



¿Qué expectativas tenía puestas en "La mujer sin cabeza"?

En lo comercial, estamos preocupados como todos los que han estrenado películas que son para ese segmento de público que no es el más multitudinario, porque es un segmento muy difícil de sostener en el cine por las exigencias que tienen los exhibidores. Con lo cual teníamos una preocupación, que se suma a la merma general de gente a las salas. La respuesta hasta ahora no nos decepciona pero tampoco nos sorprende... Siempre uno espera el milagro, pero...

Pero el famoso milagro del cine argentino no existe.

No. A mí me dejó muy satisfecha lo que pasó en Salta, donde la gente se reía porque entiende el humor de la película, que no es del chiste, sino el de los pequeños guiños que a mis coprovincianos les pueden resultar graciosos. Eso me da felicidad. Y en cierto punto siento que el público que va, ya sabe lo que verá en términos de estructura narrativa. En cuanto a la prensa, al principio era muy difícil para mí, sentía que tenía que explicar y dar cuentas y eso me irritaba. De hecho Esther García, de El deseo, la productora de los hermanos Almodóvar que coprodujo La mujer sin cabeza , un día me dijo: "Miralo a Pedro: está tranquilo, se divierte; si le preguntan mal contesta bien. No te enloquezcas porque una parte importante de tu vida va a ser esto". Y creo que aprendí. Después de La niña santa empecé a disfrutar de la charla; pocas veces leo después lo escrito, porque si no te volvés una de esas personas que se la pasa en Internet poniendo su nombre en Google, y es horrible. Prefiero disfrutar el momento y después, si escriben mal o escriben bien, bueno...

Ya desde "La ciénaga" sus trabajos ofrecen una madurez extraña para un cineasta que está haciendo su debut. ¿Qué valor le da a todo eso, tres largometrajes después?

Es bastante difícil, porque uno va mutando, ¿no? Vas aprendiendo, sabiendo qué combinaciones funcionan, no en el espectador sino para vos porque te resultan expresivas para lo que querés contar. Como ese aprendizaje se va haciendo muy de a poco, mirando para atrás siento que sé más que antes, lo cual no significa que vaya a hacer siempre las combinaciones acertadas. Creo que la experiencia, el hacer con una cierta frecuencia es muy importante, te modifica bastante una fluidez de trabajo...

La "gimnasia"...

Sí. A veces pienso que si fuese posible para mí filmar más seguido sería tantísimo mejor. Es que entre una película y la otra pasan tres años, cuatro años y errores o cosas que no te gustan las volvés a cometer porque olvidaste que las habías aprendido.

Y qué pone ese límite en su trabajo, ¿la financiación?

No: soy yo. Me siento una afortunada porque conseguir financiación siempre lleva menos tiempo que a mí escribir. Para cualquier director la distancia entre el tiempo que usa para pensar su proyecto y el momento en que consigue el dinero es inversa: generalmente se escribe más rápido. Yo he sido afortunada desde el principio.

En tiempo de trilogías, donde todo lo que hace el cine industrial se transforma en una, y dado que ésta es su tercera película...

Sí, hay mucha gente que ha dicho que les ve algo de trilogía. Yo digo que es pura casualidad, porque nunca lo pensé de esa manera. Sin embargo cuando terminé de producir La mujer sin cabeza , tuve una sensación rara, incluso cuando terminé de escribirla; una sensación de que lo próximo iba a ser otra cosa. La verdad es que también estaba escribiendo otra cosa, que era algo con monstruos reales y que ahora postergué porque estoy con El Eternauta .

Antes de ver "La mujer sin cabeza" leí que la pensó como un filme de suspenso. Después de verla, la emparenté con "Cachè", de Michael Haneke.

Alguien más me dijo eso... Siento que puede haber algo, pero no sé en qué. Quizá en que la construcción no es policíaca...

O en que lo que se esconde claramente está en un lugar distinto de la superficie...

Que la monstruosidad es mucho más interna que externa.


En mayo, La mujer sin cabeza integró la sección oficial de la edición 2008 del Festival de Cannes, en competencia por la prestigiosa Palma de Oro. Y fue silbada durante la función de prensa. Para Martel, Cannes es un terreno familiar: en 2004 había accedido a esa misma instancia con La niña santa , su segunda película, y en 2006 asistió como miembro del jurado, en aquella ocasión presidido por el chino Wong Kar Wai. Los silbidos que recibió su nuevo filme y la dimensión que se dio aquí en Buenos Aires a ese episodio, resurgen inesperadamente en el diálogo. Lejos de la indignación, Martel reivindica el abucheo como una heterodoxa pero tradicional forma de expresión: "Los silbidos son parte del folclore de Cannes y creo que casi es divertido que pase. A Haneke le pasó con Caché . Es la oportunidad del periodismo de expresarse locamente, y está bien: es como parte de la fiesta".


Le propongo usar algunas citas como disparadores y ver a dónde nos llevan. El escritor Héctor Tizón dijo alguna vez que así como casi todas las mujeres saben lo que es el amor, muy pocos hombres lo saben. Que el hombre huye de eso porque le teme, porque el amor nos enajena. ¿Reconoce algo de esto en sus personajes?

Reconozco algo de eso en mí. Yo tengo una idea acerca del individuo que es de extrema soledad, pero no porque tenga una visión pesimista de la vida, sino porque me parece que hay una parte inalienable de soledad en un individuo que nace y que muere solo, y que eso genera un misterio intransferible e incomunicable, y esa experiencia de absoluta soledad da fuerza y motor al intento de comunicarnos, de establecer contacto con los otros, siempre a través de otra cosa: el sexo, la palabra, todas las instancias de intermediación entre los cuerpos que permiten, no erradicar, pero a veces paliar esa soledad inherente a la experiencia humana. De esta manera pienso respecto a los personajes adultos y niños. También me resulta muy seductor el fracaso. Cuando un individuo ha fracasado descubre la potencia de lo nuevo. Cuando aparecen la decadencia y el fracaso, esa persona está en una posición inigualable de resurgimiento. Me gustan los personajes que están en ese borde donde o van hacia su máxima potencia o deciden apagarse, pero es algo que está en sus manos.

Otra escritora, Adriana Lunardi, dice que uno debería hablar de "dedicación" a la propia vida, como si vivir supusiera un trabajo difícil. ¿Qué cosas le hacen difícil el trabajo de vivir?

No me paro así frente a mi propia vida. Yo creo... esto es muy católico y contrario al psicoanálisis, creo en la voluntad humana, muchísimo, y lo que no logro con inspiración divina, de la que tengo muy poco, creo que lo suplanto con voluntad humana, trabajo, esfuerzo, observación. No siento que algo sea difícil, sino que lo difícil es el camino.

Mencionaba sus creencias contrarias al psicoanálisis...

No sé si contrarias, porque la mayoría de mis ideas sobre el psicoanálisis son prejuicios.

¿No ha caído nunca en la tentación del psicoanálisis?

No.

Freud en su ensayo sobre lo siniestro postula que lo siniestro es aquello cotidiano que se vuelve extraño. Tanto la sexualidad como los ambientes cotidianos que se van extrañando son muy habituales en sus películas...

Yo también creo en la extrañeza que inunda lo cotidiano. Me parece que el propósito fundamental de la educación debería ser que las cosas tiendan a ser siniestras (en el sentido freudiano), que uno pueda hacer surgir lo siniestro. Son tan fuertes las manifestaciones de la percepción, que esa enorme necesidad de sostener tiene que ver con que detrás de eso hay un vacío, que es el vacío de la muerte, del más allá, del origen del mundo, de lo absurdo de que las cosas existan. El gran esfuerzo de la educación debiera ser justamente "siniestrar" esa percepción. Es muy difícil porque eso es proponer vivir en situación de angustia permanente: asumir el vacío y la necesidad de dar un sentido a la experiencia de estar sobre el mundo y existir. Fabiana Tiscornia, una amiga con la que trabajamos en las tres películas, dice que el único sentimiento real que yo conozco a fondo es el miedo. Lo dice en broma, pero hay algo de verdad, porque en ese terror está también el reconocimiento de la potencia transformadora del hombre. Algo parecido a lo que le sucede a las personas que tienen ataques de pánico, que de golpe toman conciencia de la fragilidad de las cosas. Lo siniestro es eso, cuando de golpe mirás algo y reconocés que deliberadamente no estabas viendo todo.

Como cuando se repite una palabra hasta que se vuelve un sonido vacío y arbitrario.

Exacto, y ahí uno descubre algo. Los chicos hacen miles de experiencias de esas: en esa crueldad de los chicos con los animales, hay algo de eso. Hay algo en el dolor, en el sufrimiento del animal, en el horror de esa estructura organizada desarmándose, desarticulándose, perdiendo vida. Hay algo de experiencia nueva, de revelación del mundo de un modo un tanto aterrador. Cuando los chicos hacen esas cosas, lo que hay es desesperación por la vida. En la crueldad no hay otra cosa que el intento desesperado de ver la vida. Por eso creo que lo siniestro tiene que ser un objetivo, por eso está perfecto que les cuenten cuentos de horror a los niños, de esos que no los dejan dormir. Eso no puede hacer más que bien: que sueñen, que se levanten llorando. Todo eso sana. Vos no sabés lo miedosa que soy yo, y sin embargo en todo eso encuentro algo que expande el universo. Tal vez desearía que mis sobrinos no vieran ciertas imágenes muy accesibles en Internet, que creo que les van a destrozar la idea sobre el sexo... También hay horror en eso. Pero un horror que achica, cierra, quita posibilidades.

"El Eternauta", que será su próxima película, es uno de los grandes sueños del cine argentino. ¿Le sorprendió que ese proyecto cayera en sus manos?

Si vos me preguntaras si hace un año me hubiera imaginado haciendo una adaptación de El Eternauta , nada más lejos. Muchas veces lo pensé de otras historietas, por ejemplo de Ran Xerox . En la época en que filmé Rey muerto , Ran Xerox era una historieta que yo sentía que hubiera podido filmar. Cuando un productor me contó que tenía los derechos de El Eternauta , me pareció genial y enseguida le empecé a nombrar a los directores que podían hacerla, y dije los que hubiera dicho cualquiera: Caetano, Szifrón, Taratuto... Suar, también haría su versión: realmente él sería El Eternauta. Y te digo, no sé... no sería una mala película. Sería una versión Suar. O Lisandro Alonso... hasta, te digo, hubiera dicho más el nombre de Lisandro que el mío. Me parece que cada uno haría algo por lo cual iríamos al cine a verla y tendría su particularidad. Pero cuando me dijo: "¿Y a vos qué te parece, no te interesa?", en el momento me sorprendió que alguien creyera que yo podía hacer esa historieta, aunque yo misma me había pensado haciendo otras.

¿Y cómo se siente dentro de un universo ajeno?

Es que ya ahora no lo siento nada ajeno: hace poco más de un año que estoy pensando en esto y ya estoy totalmente metida. Sobre todo porque es una versión. A mí me sorprende cuando escucho a los fanáticos cómo hablan: "¡Uh, por qué esta mina!, va a hacer una película aburrida..." Intentando ponerme en esa cosa imposible de ser otra, quizás yo misma hubiera escrito las cosas que escriben los chicos en el blog. Pero digo: ya existe El Eternauta , la historieta, esa ha sido su naturaleza, eso es lo que a todos nos ha encantado, pero eso ya existe. Eso nadie lo va a hacer mejor: eso ya está, fue hecho por Oesterheld y Solano... y Breccia, y no hay posibilidad de mejorar ni de empeorar eso. Todo lo que se pueda hacer en el cine van a ser versiones, versiones de algo que todos queremos y que es la potencia de eso que pega en nosotros, pero nunca van a ser El Eternauta. Y creo que eso está bueno. Me gusta saber que voy a hacer algo que es una versión de algo que hizo otra persona, me gusta estar en ese lugar un poco de devota y un poco de mala hija.


Artículo publicado originalmente en revista Ñ.

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