jueves, 11 de septiembre de 2008
CINE - Locura de amor en Las Vegas (What happens in Vegas...), de Tom Vaughan: La insoportable levedad del género
¿Qué decir de una película sin buenas actuaciones, con personajes para nada complejos, de trama previsible y repetida, y protagonistas sobrevalorados? ¿Qué puede decirse de una comedia como Locura de de amor en Las Vegas, si en contra de todo eso consigue unos cuantos gags, nada genial ninguno de ellos, pero capaces de robarse algunas sonrisas y carcajadas genuinas? ¿Hasta dónde se puede, de manera crítica, valorar una cosa sin atender a la otra? Más todavía, ¿puede tomarse su carácter declaradamente pasatista como atenuante de tanto defecto? Demasiadas preguntas para tener que componer un comentario acerca de una película así.
Jack y su amigo Hater llegan a Las Vegas en plan descontrolado. Es que Jack se ha quedado sin trabajo (su propio padre lo echó por vago) y no hay mejor lugar para tomarse un fin de semana sabático haciendo lo que mejor le sale: divertirse. En cambio Joy, aspirante a superagente de bolsa a quien su prometido yuppie dejó por aburrida, llega junto a su amiga Tipper para probarse que puede perder la cabeza y estar a la altura de la ciudad del pecado. Jack y Hater no conocen ni a Joy ni a Tipper, ni saben que se hospedarán en el mismo hotel de Las Vegas… y en la misma habitación. Luego de un primer encuentro accidentado (y de obtener algunos beneficios por el error del hotel), estos cuatro adolescentes tardíos que parecen no tener nada en común, pasaran juntos su primera noche de juerga. A la mañana siguiente, mientras Hater y Tipper todavía se odian mutuamente, Jack y Joy despertarán infelizmente casados. El problema termina de completarse cuando uno de ellos, con una moneda del otro, se gane tres millones en un tragamonedas, y un juez en lugar de dividir los bienes y anular el matrimonio, los obligue a intentar salvarlo durante seis meses como castigo a tanta estupidez.
Desde el comienzo cuesta seguir la pavota gesticulación del pavote de Ashton Kutcher, casi tanto como tolerar la sobreactuada histeria de Cameron Diaz: el arbitrario don de la belleza parece ser casi la única justificación de ambos para estar en pantalla. A tanto llega el asunto, que las mejores escenas y las risas más sinceras de la película llegarán de la mano de Rob Corddry y Lake Bell, la pareja de laderos Hater y Tipper y su efervescente relación signada por una progresión de agresión, acidez y… lo demás puede imaginarse. Porque Locura de amor en Las Vegas no propone nada nuevo, nada que ya no se haya probado con éxito, y sin él, en un sinfín de ligeras comedias románticas. Y por supuesto que para tan poco alcanza con un par de nombres de esos que suelen repetirse demasiado en las revistas de chismes y del corazón (Kutcher y Diaz), y con un director de mediana experiencia televisiva como Tom Vaughan. Así y todo no puede decirse que Locura de Amor en Las Vegas sea una película que quiera cagar por encima de sus propios límites, aunque eso no la salve de nada.
(Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página 12)
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