Ya hace tiempo que a Meg Ryan le gustaría escapar de las comedias románticas que engrosaron su cuenta bancaria a partir del éxito de Cuando Harry conoció a Sally. Así como Jim Carrey viene esquivando esas otras que lo fuerzan a un non plus ultra gestual, o como el Tom Hanks devenido actor serio, ella se ha obligado a sí misma al thriller militar en Prueba de vida y Valor bajo fuego, o al desnudo “cuidado” de En carne viva (que acá fue directo al video). Todo con tal de salir de su claustro de amores predestinados. Firme en su propósito, en Entre mujeres Meg prueba con un papel más dramático en una película que de todas formas no se aleja mucho ni de la comedia ni de lo romántico. Pero fuera de su elemento, su figura parece no rendir de la misma manera, ni en la taquilla ni en la pantalla.
Carter es joven, inteligente y tiene condiciones de escritor, aunque las desperdicie en guiones para películas porno soft. Para peor lo deja su novia, una joven actriz en ascenso. En medio de esa crisis personal, Carter decide viajar a una ciudad de provincia para cuidar a su abuela, que desde hace algún tiempo insiste en anunciar su propia muerte. Allí, cree, encontrará el ambiente ideal para darle forma en el papel a una vieja idea que demora desde la secundaria. Y hará amistad con Sarah, una vecina de la abuela con su matrimonio en decadencia, cuestionada por su hija adolescente, y cuyo único interlocutor hasta la llegada de Carter ha sido su otra hija de 10 años. Entre mujeres, Carter acaba en una suerte de escucha terapéutica permanente, pero sin poder evitar involucrarse en los dramas ajenos y convertido en la válvula aliviadora de ese mundo de conflictos femeninos.
El principal inconveniente de Entre mujeres es que los conflictos de cada uno de los personajes son insignificantes en contraste con la realidad, y hacen que el espectador pueda llegar a preguntarse, si es que este retrato es fiel, qué sería de esa clase media alta de Norteamérica si tuviera que enfrentar problemas como los de cualquier mortal, fuera de su burbuja pequeño burguesa. Porque hasta la enfermedad, que aparece como consecuencia lógica de la presión acumulada por Sarah, pasa y se va livianamente como por arte de magia, por el módico precio de algunos vómitos y una rasurada cuyo peso dramático no llega a inquietar, mucho menos a prefigurar una sombra verosímil de la muerte. Entre mujeres, de Jon Kasdan (cuyo padre Lawrence ya dirigió a Meg Ryan junto a Kevin Kline en Quiero decirte que te amo) apenas deja la gratificación de algunos diálogos, una cuidada fotografía y la actuación de Adam Brody, como saldo de un producto correcto pero magro.
(Artículo publicado originalmente en Página 12)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario