Es posible que al hombre se le haya ocurrido el truco de la música, allá en el fondo de los tiempos, como una forma de emular ciertos patrones y sincronías que el despertar de su conciencia empezaba permitirle detectar en el paisaje sonoro de la naturaleza. Y lo más probable es que la primera gran influencia la haya recibido del canto de los pájaros. Es fácil imaginar que en ellos se encuentra la razón que llevó a nuestros ancestros a querer tejer con sonidos una trama de ritmos y armonías capaz de replicar aquel milagro a partir de un artilugio, al que en algún momento alguien llamó música.
Una forma lúdica de hallar algunos indicios contemporáneos que den cuenta de la primitiva relación entre los pájaros y la música sería, por ejemplo, elegir diez discos de rock que tengan un pájaro como elemento fundamental de su arte de tapa. Con esa idea en la cabeza comencé la búsqueda creyendo que no sería difícil alcanzar el objetivo, pero lo primero que encontré fueron problemas. En particular una pregunta, vital para poder cumplirlo: ¿qué es un pájaro? La cuestión parece estúpida, porque todos creemos saber de qué se trata un pájaro, sin embargo la cosa puede volverse esquiva. De entrada se tiende a creer que cualquier especie que tenga pico, alas y plumas es necesariamente un pájaro, pero lo que se está haciendo no es más que confundir el concepto de pájaro con el de ave. Existen tres argumentos básicos para diferenciarlos del resto de las aves; a los dos primeros se los puede encontrar en la definición misma que el diccionario ofrece en su entrada dedicada a la palabra pájaro, de la cual copio algunas acepciones.
Pájaro: Del latín vulgar “Passar” (pájaro), y este del latín “Passer”, “Passĕris” (gorrión). 1. Ave, especialmente si es pequeña. 2. (Coloquial) pene. 3. Ave paseriforme. 4. (Coloquial) América Central. Hombre homosexual.
Dos de estas acepciones no vienen estrictamente al caso, aunque no dejan de ser útiles. ¿O no es importante saber que, en algún lugar del mundo, hay alguien que cuando escucha la palabra pájaro en lo primero que piensa es en un pene? Pero no nos distraigamos con eufemismos y volvamos a nuestro asunto.
En la primera de ellas se reconoce como pájaros a las aves chiquitas, es decir que mientras un gorrión, un canario o una cotorrita australiana podrían ser consideradas como tales, jamás se podría decir que un águila, un albatros o una cigüeña lo son. En la entrada número 3 (justo después de “pene”), la Real Academia sugiere que son pájaros aquellas aves de la familia de las paseriformes. Estas se caracteriza por tener tres dedos dirigidos hacia delante y uno hacia atrás, para poder asirse con facilidad a las ramas. Este nuevo concepto permite confirmar que el canario y el gorrión, en virtud de su pertenencia a este orden, en efecto pueden ser considerados como pájaros. Lo mismo ocurre con los cuervos, que no son precisamente aves pequeñas pero sí paseriformes, pero no con las cotorritas, cuya familia es la de las psitaciformes. A esta altura buscar diez discos que tengan un pájaro en la tapa empieza a dejar de parecerme divertido.
El tercer criterio para definir a un pájaro es de orden informal, proveniente del criterio popular, pero relevante para nuestra tarea. El mismo define como pájaros a toda ave pequeña capaz de cantar. Esta acepción de uso cotidiano es importante no sólo porque vuelve a poner a la cotorrita dentro del juego (y estoy empecinado en ello), sino porque regresa a aquel disparador que imaginaba al canto de los pájaros como fuente de inspiración para la creación de la música.
Ateniéndonos a estas características —a veces sólo a una y otras veces a las tres—, la idea es no sólo encontrar 10 buenos discos de rock que tengan un pájaro en la tapa, sino además reconocer qué especies son las que se han elegido para tratar de hallar el vínculo con la banda que lo escogió como ilustración representativa de cada disco. Para ello ha sido fundamental la ayuda de Bernardo Groschopp, aventurero vocacional, ornitólogo aficionado y especialista en marketing, sin cuya orientación este trabajo hubiera sido parcialmente imposible.
10.
Impeckable, de Budgie
Cotorrita australiana, literalmente, es lo que significa en inglés el nombre de este grupo galés, una de las grandes bandas que forman parte de la primera generación del hard rock surgida en el Reino Unido a finales de la década de 1960. Contemporáneos de Zeppelin, Purple y sobre todo Sabbath, casi todas las tapas de Budgie incluye figuras de cotorras, a veces convertidas en guerreros, otras en aves amenazantes en las antípodas de esta inofensiva criatura que es el pájaro doméstico más popular del mundo. Impeckable es su séptimo disco, lanzado en 1978, y en su tapa se puede ver una pequeña cotorrita celeste a punto de ser atrapada por un gato negro. El chiste se completa con la imagen de la contraportada, en la que la cotorrita es en realidad un pájaro gigante que lleva entre sus garras al diminuto gatito negro. Justo así es como suena Budgie, como una amenaza inesperada.
Impeckable incluye canciones potentes de un proto heavy metal que conservan un groove más bien rockero, como los de “Melt the Ice Away”, “Dish It Up” o “Pyramids”, y otras más delicadas como “Don’t Go Away”, que incluyen melodías vocales con reminiscencias de rock sinfónico.
Sugerencia: si volvés del trabajo masticando algún rencor y te cuesta bajar,
Impeckable puede ayudarte a alcanzar un estado de trance ideal para ir entrando de a poco en una calma casi líquida en donde todo te va a terminar importando tres carajos.
9.
Garden Ruins, de Calexico
Aparece el primero de una larga lista de cuervos, el pájaro favorito de los rockeros. No sólo porque son propios de América del Norte y Europa, cunas del rock, sino por el peso específico de esta especie en la tradición de muchas culturas, en particular la anglosajona. Calexico es una banda vinculada en sus primeros discos al tex-mex que con
Garden Ruins, su opus cinco, realiza un giro hacia un indie cercano al pop, que sin alejarse del folk incluye oportunas pinceladas de rock. La presencia del cuervo en tapa guarda una connotación emotiva cercana al rol oscuro y melancólico que jugaba en el “Nevermore” de Edgar Allan Poe. En la ilustración abundan los grises con detalles en un rosa suave y la figura oscura del cuervo se destaca sobre unas nubes de un blanco sucio. El pájaro en primer plano aparece sobre un árbol, pero en lugar de ser él quien se aferra a las ramas, son estas las que lo atraviesan, atrapándolo. Una idea agobiante que se potencia con la presencia disruptiva de un poste del tendido eléctrico cuyos cables recorren en diagonal la parte inferior del dibujo, introduciendo en el paisaje la presencia humana. Esta imagen funciona como avatar de las canciones que sólo en contadas ocasiones apelan al recurso de la distorsión y lo hace con criterio, sin desdeñar la posibilidad que le brindan los instrumentos propios del folk para enriquecer su paleta sonora.
Sugerencia: la elección perfecta para viajar en tren del conurbano hacia la capital –en especial desde la zona sur— un sábado nublado de otoño a las cinco de la tarde. Si se viaja sin tener clara la hora de regreso, mejor.
8.
Curious Volume, de Pentagram
Otro cuervo, pero esta vez con toques de ciencia ficción y pulp que dan cuenta del carácter popular del rock pesado que desde los primeros años ’70 cultiva Pentagram, otra de las bandas fundadoras del heavy metal. Se trata de un cuervo mecánico en cuya representación se destacan la presencia de un luminoso ojo rojo, algunos circuitos integrados y varios cables que le suman a la tradición amenazante de su aspecto, un elemento de ominosidad contemporánea. Y, casualidad, así es cómo suena
Curious Volume, el último disco de la banda, del año 2015: un estilo de heavy metal oscuro que revela su carácter de precursores de géneros como el doom metal o el stoner rock, pero con un sonido moderno y una composición que desborda onda. Quienes quieran conocer más de la banda pueden conseguir una copia del documental
Last Days Here, de Don Argott y Demian Fenton, que retrata con cariño al autodestructivo vocalista de la banda, Bobby Liebling.
Sugerencia: ideal para salir a dar una vuelta un viernes a la noche por los alrededores de Pinar de Rocha, si es posible en una coupé Taunus SP5 color roja y detalles en amarillo, con un codo apoyado en la ventanilla baja y unos anteojos Ray-Ban espejados como los que usaba Sylvester Stallone en
Cobra. Si sos chica, lo mismo pero con anteojos grandes, estilo Janis Joplin.
7.
Smoke + Mirrors, de Imagine Dragons
El que puede verse en la tapa del último disco de la banda de rock pop Imagine Dragons es el primero de una serie de pájaros imaginarios, creados sólo con fines artísticos. Sin embargo en este pajarito amarillo es posible detectar algunas de las característica de la familia fringílidos (canarios, jilgueros) o de los emberízidos (cabecita negra), todos ellos conocidos por su capacidad en el canto. La elección parece responder a la línea híper estetizada de la composición de la banda, entre cuyas influencias es posible reconocer elementos de Coldplay y Maroon 5, sobre todo en el trabajo vocal de su cantante, Dan Reynolds. Aunque también es cierto que la banda se atreve a avanzar sobre el terreno de un rock más pesado, impensable en las otras bandas mencionadas. Para comprobarlo pueden escuchar las canciones “I’m so sorry” o “Friction”, en las que se percibe una familiaridad con bandas de metal pop como Linkin Park. La imagen de tapa, en la que el pajarito se aleja de unas manos atadas que acaban de liberarlo, parece representar la lucha entre la libertad y el cautiverio. Tal vez una metáfora acerca de las dificultades creativas que las bandas como Imagine Dragons comienzan a recibir una vez que se convierten en un éxito de ventas.
Sugerencia: para los que se cansaron de que Chris Martin y Adam Levine se pongan cada disco más melosos, acá pueden tener la misma sensibilidad pero con una garra que los otros dos no van a tener en su puta vida. Aguante.
6.
Secret, Profane & Sugarcane, de Elvis Costello
Tercero de los cuatro cuervos de esta lista y su pico amarillo sugiere que se trata de la variedad alpina. ¿Qué más se puede decir sobre Elvis Costello, de quien probablemente se ha dicho todo? Ni vale la pena intentarlo. Apenas limitarse a sugerir con fervor que se consigan este disco en el que, con la colaboración inestimable del legendario T-Bone Burnett, Costello se adentra con resultados fascinantes en el terreno del country y el folk, y encomendarles que lo escuchen hasta volverse devotos. El cuervito de la tapa tal vez sea de gran ayuda para convencerlos. Rodeado de una serie de imágenes que remiten al imaginario de los Estados Unidos rural y sureño, el pájaro negro sostiene en su pico una rama que parece ofrecer con generosidad a quien tenga el disco entre sus manos. Del mismo modo Costello nos regala un paquetito de canciones que con sólo cerrar los ojos nos transportan hasta las orillas del Mississippi en su versión más romántica.
Sugerencia: en una tarde de verano de esas con un poco de vientito, tirarse boca arriba en una plaza grande y mientras se mastica una brizna de pasto, escuchar imaginando que Tom Sawyer y Huckleberry Finn andan cerca, haciendo travesuras entre los vecinos que pasean sus perros y los gringos que compran artesanías en la feria.
5.
The Pariah, the Parrot, the Delusion, de Dredg
Dredg es una banda tan desconocida como increible, en particular este disco, que ya desde el pajarito de su tapa se convierte en una incógnita que es necesario desentrañar. Porque como dice mi amigo Groschopp, ese pájaro “puede ser cualquier cosa”. “Las patas son claramente irreales y el pico un poco grande. Se trata de un invento. Si hubiera que acercarse a algo se diría que puede tratarse de la familia de los camachuelos, pero es una apuesta de 1 en 1000”. Clarísimo. Tan claro que eso mismo es lo que debe decirse de la música de Dredg: un invento tan particular que acertar en su definición es tan improbable como ganar una apuesta de 1 en 1000.
The Pariah, the Parrot, the Delusion propone un viaje por un universo musical inagotable. Las referencias son muchas y demandan ir de una punta del ovillo musical a la otra: desde el rock progresivo más duro a lo King Crimson, Porcupine Tree o Riverside a un pop perfectamente radial, pasando por detalles que remiten a una constelación que incluye tanto a Depeche Mode como a Johann Sebastian Bach. Todo amalgamado con una coherencia que muy pocas bandas son capaces de sostener y producido con una delicadeza y un nivel de obsesión sonora que remiten al perfeccionismo de bandas como Pink Floyd.
Sugerencia: el día que decidan viajar por el espacio, no se olviden de empacar el casco, una bufanda y este disco.
4.
Goodbye Yellow Brick Road, de Elton John
En este caso el pájaro (una golondrina) no ocupa el lugar más destacado de la portada, que le corresponde al retrato del artista, aunque si el centro de la misma. No faltará el pícaro que, agarrándose de la definición número cuatro del diccionario de la RAE que se ha transcripto más arriba, quiera hacerse el gracioso diciendo que el “pájaro” más destacado de la ilustración es Elton itself. Más allá del chiste, no es descabellado trazar un paralelo entre los atributos migratorios de la golondrina y con la búsqueda de una nueva identidad de Elton John, abiertamente homosexual. En la imagen el cantante se dispone a partir como una golondrina que vuela hacia un nuevo destino, dejando atrás el pasado. En esa misma línea el título del álbum (una referencia a la novela El mago de Oz, de Frank Baum) remite al adiós a un mundo de fantasía para ir en busca del mundo real. Más allá de estas disquisiciones,
Goodbye Yellow Brick Road es el disco más rockero de Elton John, reuniendo canciones que coquetean con el hard rock, como la segunda mitad de “Funeral for a Friend” o “Grey Seal”, con grandes obras melódicas como “Candle in the wind”. Y todo sin perder el habitual barroquismo rococó, que es el alma de la obra de este gran artista.
Sugerencia: animarse a ponerlo bien fuerte un sábado a la siesta sin importar lo que vaya a pensar el vecino de al lado que escucha Hermética. En una de esas hasta te golpea la puerta para pregunta qué es ese disco buenísimo que estás escuchando.
3.
Transatlanctisism, de Death Cab for Cutie
El cuarto cuervo, el último de la lista, en este caso todo negro, detalle que dificulta reconocer una especie en particular. Esta vez el cuervo aparece enredado en un hilo de lana roja que le da un aspecto entre tierno y desvalido, pero que a la vez lo envuelve en un halo refinado y distinguido. Porque no es que el pobre bicho parezca desesperado, atrapado por una improvisada red colorada o estar sufriendo, sino más bien lo contrario. A diferencia del cuervo de Calexico, que claramente estaba atrapado entre las ramas del árbol, el de la tapa del cuarto álbum de la banda Death Cab for Cutie da la impresión de posar para la foto, como una modelo que se envuelve a sí misma con una boa de piel. Ese mismo refinamiento estético en el que nada se percibe como librado al azar, es el que transmiten las once canciones de
Transatlanticism, cargadas de una especie de nostalgia sin tristeza. No por nada suele calificarse a la banda como emo, es decir, de música abundante en climas íntimos y emotivos, y letras que construyen paisajes de alto octanaje sensible.
Sugerencia: banda de sonido perfecta para caminar por Palermo haciéndose el hipster, sin preocuparse demasiado por si la ropa, la barba o el marco de los anteojos son los indicados. Death Cab for Cutie te vuelve hipster por dentro y si uno se deja llevar la experiencia es agradable.
2.
Grow in USA, de Homer
Lo que se ve en la tapa de
Grow in USA, único álbum de la banda estadounidense Homer, editado en 1970, es una paloma. Probablemente la paloma doméstica, cuyo nombre en inglés es Rock dove, un nombre predestinado. Se trata de la paloma más común del mundo y si bien se llama doméstica, la que está representada es la versión silvestre. La doméstica real es la que se puede ver en todas las plazas, cuyo plumaje viene en todo tipo de color; esta en cambio tiene un único plumaje y su hábitat más común no son los espacios públicos sino los bosques. Con aires de familia con el rock agreste de los Creedence, en Homer la influencia del rock convive con las genealogías del country y del blues, y algunas melodías bien hippies a lo Jefferson Airplane. Como la paloma de la tapa, este disco también podría ser catalogado como de rock doméstico, aunque dentro de su composición abunden los rasgos más bien rudos y ásperos de lo silvestre.
Sugerencia: si te gusta pensar que los ‘70 nunca se fueron, podés ir cualquier día de la semana a comerte un sandwich al bar La Perla de Once y con el cassette de Homer sonando en tu walkman, abrir el portal interdimesnional que te llevará directo a aquellos años (no siempre) dorados.
1.
Motor-Booty Affair, de Parliament
El último de los pájaros imaginarios, para el que quizá resulte más apropiada la definición de pajarraco. Así se puede describir al bicho ese que, con el pico enorme bien abierto, le grita por la espalda a un negro vestido con ese estilo pimp tan común entre los galanes de la comunidad afronorteamericana a mediados de los '70. Un disco que suena como una tonelada de onda empaquetada en una cajita de sorpresas y que tiene todo lo que la gran bestia cool de George Clinton era capaz hacer cuando se ponía al frente de Parliament. Funk furibundo en altas dosis; sensualidad al límite de la resistencia humana; negritud desatada de alta pureza; voces de todos los colores; insuperables coros femeninos; muchas palmas marcando el ritmo y excentricidades al por mayor, hacen que sea posible afirmar que
Motor-Booty Affair es puro blacksploitation hecho música.
Sugerencia: conseguite una bola de espejos de cotillón y dale dale con el funk, suave y parejo, hasta convertir cualquier tarde del verano porteño en una inolvidable noche en el Harlem pre Rudolph Giuliani.
Acá termina este tratado sobre pájaros y rock, sin embargo me permito una sugerencia final: releer la nota teniendo en mente la segunda acepción que propone la definición de la Real Academia, cada vez que en el texto aparezca la palabra pájaro. El resultado será muy estúpido, pero le permitirá al lector recuperar aquel momento de la infancia en el que buscar en el diccionario las palabras prohibidas podía ser un juego muy entretenido.
Artículo publicado originalmente en la revista digital La Agenda.